La era de las sentencias
La confrontación entre los diversos
órganos de Estado e incluso al interior de cada uno de ellos, es propio de la lucha
por el control del poder político en cualquier sociedad del mundo. En el devenir
de nuestra historia, y de acuerdo a la situación vivida en el mar de cada
crisis nacional, uno de esos órganos se ha impuesto a los otros.
El órgano ejecutivo durante décadas impuso
sus reglas. Desde Casa Presidencial se elegían magistrados de la Corte Suprema
de Justicia, se ejercía control militar y policial de la vida nacional para
aplacar la libertad de pensamiento y organización; la Asamblea Legislativa se
plegaba a las decisiones ejecutivas, la Fiscalía General de la República fue
fiel servidora de las actuaciones de gobierno lo mismo que la Corte de Cuentas.
En muchos de esos procesos, Estados Unidos estuvo presente muy activamente,
como en la misma conformación de la Asamblea Constituyente de 1982 y la
aprobación de la carta magna de 1983 y su auspicio para reformar esa misma
Constitución como resultado de las negociaciones que terminaron con la guerra
civil.
Desde que la guerra terminó y cuando meses
después surgiera el partido FMLN, pero especialmente desde las primeras
elecciones a diputados y alcaldes en que el partido de izquierda participó en
un proceso electoral y alcanzó con ello sus primeros espacios de participación
gubernamental, algunas situaciones comenzaron a cambiar, sin embargo, desde
Casa Presidencial se siguieron tomando fieras decisiones que se impusieron a
los otros órganos de Estado, hasta que Tony Saca salió como último presidente en
un ciclo de veinte años de gobierno ejecutivo dominado por el partido ARENA.
La lucha entre los diversos órganos
de Estado se ha venido mostrando cada vez más fiera desde la llegada de
Mauricio Funes a la presidencia. Al romperse el tradicional monopolio sobre las
decisiones de Estado y de Gobierno, fue natural que la lucha política se
abriera campo con dureza desde toda instancia que haga el trabajo del
adversario difícil, sino imposible.
Todo ello unido a la fuerza que ha
adquirido el manejo de las comunicaciones y el acceso de las y los ciudadanos a
más información, y por supuesto a la manipulación de esa información, es que
hoy día vemos una dura confrontación frente a las sentencias que dicta la Sala
de lo Constitucional, algunas de las cuales han quebrado asuntos concernientes
a la forma de gobierno y sistema político establecido en la Constitución, otras
han roto la legalidad misma y violentado derechos, dicho tribunal ha ejercido
una dura presión contra las decisiones del Órgano Ejecutivo; todo ello es parte
de la lucha por el poder no solo en El Salvador sino en todo el continente.
El control constitucional es
consustancial al poder, pero la pregunta que ronda las cabezas de quienes nos
inquietamos por estos menudos asuntos es ¿hasta dónde puede esa fuerza jurídica
de los controles constitucionales representar las aspiraciones de un país o de
su mayoría, o por el contrario se vuelva una sutil arma para combatir contra el
adversario político hasta destruirlo?
No hay respuestas simples al tema,
por apasionados que nos mostremos ante los hechos, lo cierto es que hemos
entrado ya a una confrontación política de proporciones todavía inmedibles por
sus consecuencias, en las que la
instrumentalización de la constitucionalidad es la maquinaria pesada que
acompañará a la no menos ostentosa maquinaria mediática.
Las sentencias de la Sala de lo
Constitucional serán medidas a partir de la postura política e ideológica de
cada persona, a partir de lo amenazados que determinados intereses se perciban,
a partir de la agudeza con la que estudiemos los significados de dichos
dictados y de los conocimientos que tengamos de cada causa; pero lo que es
absolutamente cierto, y más allá de todo positivismo comteano, es que no hay imparcialidad
ni pureza normativa en las sentencias que dicta la Sala de lo Constitucional, porque
sus argumentos y fallos surgen en el remolino de la lucha por el poder
político.