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En el silencio de la batalla: Una historia de la guerra civil salvadoreña

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La noche del sábado 11 de noviembre de 1989, los embotellamientos en las calles y avenidas de San Salvador eran abrumadores. La alarma fue aumentando a medida que se escuchaban detonaciones de cargas explosivas y ráfagas de fusilería en distintos puntos de la ciudad. Los reconocimientos de la fuerza aérea dieron inicio a eso de las ocho de la noche, el ruido de los motores en el cielo alteró aún más el ánimo de la gente. En los barrios pobres comenzaron su ingreso los cientos de guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Los sistemas de comunicación de la Fuerza Armada de El Salvador abrieron sus canales y con ello se difundió el desconcierto nacional, el nerviosismo en sus tropas y su Estado Mayor fue plausible. La mayor campaña militar de la guerra civil salvadoreña había comenzado y la más cruenta batalla urbana del siglo XX en América Latina.

1970: una década terrible.

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Un ejemplar de la Biblia, una identificación de la UES, un libro de biología, el pelo largo o escuchar las homilías de Óscar Arnulfo Romero o una canción popular, te podían costar la vida. Por ser estudiante, campesino, obrero o feligrés... por un detalle tan legitimo para la vida de cualquier ciudadano del mundo, te capturaban, torturaban y asesinaban durante la dictadura militar. A miles de personas les sucedió. Los registros de la historia reflejan un sistemático y despiadado ataque de las fuerzas militares contra la sociedad civil en esa época. El apoyo político y financiamiento de estructuras paramilitares y escuadrones de la muerte por parte de familias económicamente poderosas en contubernio con la CIA, para implementar políticas de exterminio, fueron una constante. Las migraciones forzadas de cientos de miles de salvadoreños, la separación de familias, la pérdida de sus casas y otros bienes, fueron consecuencia directa de las políticas surgidas desde el poder de la oligarquía c

10 de enero de 1981, la lucha continuaba.

El 10 de enero de 1981, las luchas contra la dictadura no iniciaban, en verdad continuaban.   Las guerrillas urbanas y las organizaciones sociales que durante la década de 1970 se abrieron camino a sangre y fuego por la justicia, la democracia y la libertad, habían librado ya la primera gran fase de la guerra civil.  Entre 1970 y 1980 el territorio salvadoreño dejó miles de muertos, en su mayoría civiles aplastados por la generalizada represión que produjo masacres y ejecuciones sumarias como parte integral del terrorismo de Estado y sus diversas versiones de los escuadrones de la muerte. Las decenas de miles de civiles que se asociaron en organizaciones campesinas, estudiantiles, obreras, de artesanos, religiosas, pobladores de tugurios, de comerciantes, electorales, artísticas, de profesionales etc., fueron alineándose en torno a cinco organizaciones político militares: FPL, ERP, PCS, RN y PRTC en camino a la generalizada lucha armada.  Uno de los mayores registros organizativos de l

El Aguado Pacheco: imaginando a Mick Jagger jugando al fútbol

Escribí este texto hace algunos años, luego de haber conversado con el artista del fútbol, El Pacheco Aguado, ahora que hace el viaje al otro lado del río lo traigo a cuenta: Nació en el barrio San Rafael en 1956, pero, para variar, se crió en el barrio La Cruz, el mismo del que nos habla el poeta Roque Dalton en su Poema de amor. Tenía siete años cuando comenzaron a gustarle las pelotas y su más grande ídolo salvadoreño del fútbol fue Alfredo Edgardo Erazo, el Tajaniche. Su figura elástica de piernas largas y flacas lo convertirán en uno de los mejores armadores de la liga mayor. La historia comenzará a virar su timón cuando aquel muchacho de quiebre habilidoso, entre a las ligas menores de la bohemia. El ron y la cerveza serán sus mejores aliados, aunque al principio parecerá rechazarlos. Su nombre será puesto en la lista de los probables integrantes de la representación nacional de fútbol, pero un directivo dirá con voz de juez que Chepe Gil no podrá ingres

Créeme, cuando te diga que el amor me espanta

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Augusto Pinochet fue uno de los más despiadados tiranos del continente Americano. El golpe de Estado que dirigió el 11 de septiembre de 1973, condujo a las tropas al asesinato del presidente constitucional Salvador Allende y al asesinato y prisión forzada con tortura de otros miles de chilenos; el hito de su ataque produjo una de las más terribles heridas de América Latina. Sergio Mancilla Caro fue una de las víctimas de ese feroz ataque militar contra la sociedad civil. Sergio Mancilla Caro militó en el Movimiento Universitario de Izquierda (MUI) aquellos meses de intensa lucha generados por el contexto del gobierno de Salvador Allende y en espacial durante los meses próximos a su derrocamiento. Esos años propiciaron un dinamismo en el pensamiento y acción de la juventud de cara a los derroteros de su historia y a las esperanzas de un Chile que soñaba con la vía pacífica del socialismo, que debatía entre los pensamientos más ortodoxos a los reformistas, que programaba en