Cadáver exquisito

Corrupción es el carácter que adquiere un hecho o acción cuando se desfigura de su esencia, por ello suele afirmarse que la carne se corrompe cuando los seres vivos mueren. En nuestra historia, cuando el monopolio de la información estuvo en manos de los "fundadores" de esta república, la corrupción no era un asunto percibido ni debatido por la sociedad. No existía en la conciencia social como conducta prohibida y no lo fue durante más de un siglo.

Nació este país en el fondo de una enorme pila de corrupción legitimada como forma de abuso.

Ese modelo se gestó y creció durante el siglo XIX, en el que se impuso la voluntad de unos pocos en contra de una mayoría. Se atropelló a nuestros ancestros, que nada comprendían de la codificación legal y lingüística que irrumpió en sus vidas, que se les impuso para arrebatarles todo lo que era suyo. Así nació y se formó este país: en la corrupción que despojó de sus tierras a nuestros ancestros para edificar la finca cafetalera de unos pocos.

Durante el siglo XX esas familias que consolidaron un modelo económico arrebatando a otros lo suyo, se volvieron señores y dueños, oligarcas que dominaron de forma absoluta el país. Y sus millones se lavaron año con año, década por década, hasta volverse limpios, genuinos, legítimos.

Se implantó el sistema de poder controlado por oligarcas y el estamento militar para aplacar a los pocos que se oponían. Muchos de los que se opusieron un día se armaron y fueron a la guerra.

Terminó la guerra y con el auspicio del “Consenso de Washington”, los herederos de aquellos piratas que controlaron el país a fines del siglo XIX se repartieron los grandes recursos del Estado bajo la figura de la modernización y el liberalismo económico de nuevo tipo al final de siglo XX, un modelo de corrupción legalizado por el sistema de la Sociedad Anónima que vació lo que nos pertenecía a todos, para una vez liquidado, depositarlo en las cuentas de unos pocos, muy pocos.

En medio de esa vorágine arropada en la segunda década del siglo XXI, los herederos de ese despojo y unos cuantos ideólogos suyos, y otros imitadores que aspiran ese modelo, amparados en la guerra mediática de las ficciones políticas, arrastran a las masas desinformadas, a enfocar su mirada en míseros focos de tensión, en abusos o errores de gobierno que no se comparan con los despojos del pasado, para que se pierda la mirada del gran pecado original sobre el que descansa el poder en este país, no el gobierno, el poder.

Suponen que con esa nube frente a nuestros ojos, nos olvidaremos de toda infamia cometida contra nuestra cultura durante décadas; según su línea ideológica, vamos a pensar en los calzones de la ministra o en los calzoncillos de algún presidente, para cubrir con sus manchas el río donde navegan los miles de millones de dólares que le despojaron a este país.

Es la era donde ingresan a la batalla los juzgados y otros sistemas institucionales que persiguen el delito asociado a la corrupción pública, donde solo parece que caerán los delincuentes de poca monta, para que los crímenes de miles de millones de dólares, prescriban no solo legalmente, sino, lo que es peor, prescriban en la conciencia de la sociedad que ha tenido que pagar por ellos con sangre y pobreza.

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