No importa el día (fragmentos)



1
Te siento palpitar como hoja cayendo desde el cielo de mi garganta, apuñalándome los pasos y la sombra. Te siento murmurar en el remolino de mi pelo, añorar el gemido de los gatos. Te siento morder el aire del recuerdo, escupir las manos de los dioses. Te siento parir desde la oscuridad de la luna, quemar las cartas de los amantes. Te siento morir en el remolino de mi aliento, aullar en las alforjas del cartero. Te siento, apenas te siento, galopar en la humareda de la batalla, pidiendo mi carne y mi alma.
2
A veces llevo un puñado de trenes destripados en la cabeza, un ramo de flores disecadas en los bolsillos. A veces voy a los cementerios a dormir con los muertos, a besarles los huesos y a peinarles el pelo. A veces soy un muerto en la ciudad, animal que dilata sus pupilas. A veces te recuerdo, habitando, lúcida, en el grito desgarrado que me recorre las venas como un veneno para matar escorpiones. 
3.
Con tu muerte comencé a soñar en un planeta de rombos que se estremecía por las muchedumbres, supe entonces que era el lugar donde los poetas descansan en el césped y juegan al fútbol todas las tardes, con pelotas de algodón. 
4.
Buscaba tu mirada entre las rocas, en los perros que sobrevivieron a la mortandad, en los zopilotes que se llevaron tus ojos, tu sonrisa arañada por la tormenta, en el riachuelo que corre al lado de los cerros, en el rumor de los que también se pudrieron, en la lejanía de las nubes acribilladas de crisantemos, en el acelerador del Jabalí, en la valla de la cerveza nacional. Te encontré, riendo de ti mismo, en las flores que nacen todos los días en la escala diez del rocanrol.
5.
En las manos del cadáver había peces de colores. Gusanitos y mariposas. Semillas de sandía y melón. Ojos de frambuesa y dientes de leche. En el cadáver soplaba el viento de la madrugada, fresco como la cerveza. Sobre su rostro aplaudía el mar. Las hormigas mordían su camisa y un perro lamía la cara. En el cadáver se detuvo el tintineo de las copas. El vino tinto y los cabellos de la mujer, la sombra de la gaviota. El flete del coyote. El circo ruso y las trompetas del arcángel. La fiesta de agosto y el Señor de los Anillos. En el cadáver estaba anclada tu voz. Tus senos y el almidón de mi semen. La camisa rota de la graduación. El pedazo de jabón Palmolive. El cepillo de dientes Colgate. En el cadáver sonaba la música de tu radio FM. Los tacones la policía. La bitácora de la última expedición donde perdí tu nombre. Desde el cadáver escurría el susurro de los amantes.
6
Podrías ser hormiga, mosca, flor, hoja, raíz, tronco de clavel, espina de rosa, céfiro soplando quedito como en una canción de cuna.  Somos un jardincito que se cree la divina verga y se destruye desde las trincheras ríspidas de papel mojado del último noticiero que se lleva la corriente de todos los inviernos.
7
A veces me gusta ver tu rostro enlodado, oír tu voz acribillada, respirar tu aliento a podrido y a gusanos, tu piel salpicada de veneno, sentir el picotazo de tu dedo libidinoso. A veces me gusta beber tu sudor de salamandra, acariciar tu miedo. A veces tengo ganas de darte un tiro, borrarte del mapa. Un doble de whisky, porfa.
8.
El río de papel donde flotaban tus piernas de caramelo, el agujero de ozono que rompió los cristales de la tarde, el asco legislativo endosado en tu piel, el miedo a los curas pederastas, la cuneta encharcada de sangre, tus uñas pintadas de reguetón, doncella crucificada en la copa de vino…tus bragas de chocolate, la flor de girasol que riegas con leche, creciendo entre la mierda.

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